La Odisea de Ulises se queda en pañales en comparación con la que tú, como otros tantos estudiantes, vives cada mañana para llegar a la facultad. Y ¿a quién se lo debes? A TUSSAM, que según parece, aún no sabe que en la Cartuja está la nueva Facultad de Comunicación, con el volumen de estudiantes que eso implica. Así que, día tras día la pesadilla se repite.
Te levantas a las 7, te aseas, te vistes y desayunas. A las 7.30 llegas a la parada y esperas una media de 10 minutos hasta divisar a lo lejos un C2. Lo ves aproximarse, y piensas qué bien, qué pronto ha venido, y cuando desenfundas tu bonobús, ¡zas!, el C2 que va petadísimo pasa de largo. Primer intento fallido.
Cinco minutos más tarde ves que se acercan dos C2, y te dices a ti misma uno de los dos para seguro. Y sí, uno para, el que va de gente hasta la bola, porque el que lleva el cartel de REFUERZO (¿refuerzo de qué?, te preguntas tú) y que va vacío, lo adelanta sin contemplaciones. Entonces tú y las otras 10 personas que empezabais a echar raíces, subís como podéis al autobús, y ahí comienza la segunda fase de tu calvario matutino.
El conductor, que es un amante del riesgo, va a 20 km/h, pilla todos los semáforos en rojo y da unos frenazos en seco que hacen que te acuerdes de toda su familia, pero qué importa, tú has conseguido entrar en el autobús. Aunque, tal y como entraste, te quedaste, porque no vas a cambiar de postura hasta que algún ser caritativo solicite la parada para bajarse. Y para tu suerte, eso ocurre 3 paradas después de que te hayas montado, cuando el autobús se detiene en Ronda de Capuchinos para que cuatro personas salgan propulsadas hacia el exterior. Y ahora, rápidamente, a codazo limpio, te abres paso como puedes entre la gente, como el mismísimo Sandokán se abriría paso entre la maleza en alguna selva recóndita, y consigues avanzar 25 centímetros.
Entonces, el conductor aprovecha para echar un vistazo por el espejo retrovisor y como ve que sólo quedáis 45 personas dentro, decide abrir. Y, a continuación, se produce una situación de lo más insólita: una parada de autobús, 15 personas ansiosas por subir, y sólo 4 podrán alcanzar su objetivo. Y, de repente, escuchas a una buena mujer que grita como una loca: ¡pero pasad al fondo que está vacío!, ¡no tenéis consideración!
¿Vacío? ¿Pero desde qué ángulo ve esta mujer el autobús vacío? Pero si es técnicamente imposible que te caigas de la cantidad de gente que hay. Si más que un autobús parece una lata de sardinas. ¿Vacío? Créame señora, si el fondo estuviese vacío, yo no estaría restregándome con el calvito de 1.60 que está casi montado en mi chepa.
Vacío. ¡Ja! En el fondo el comentario te hace hasta gracia, pero ni siquiera puedes reírte un poco porque un futuro ingeniero acaba de darte un mochilazo en toda la cabeza que te ha dejado medio tonta.
Pero eso no es todo, qué va, el autobús lleva todas las ventanillas cerradas, con lo que el ambiente está cargadísimo y están empezando a emanar ciertos olores que tumbarían hasta a un elefante. ¿Pero a quién se le ocurre echarse Springfield a las 8 de la mañana? ¿Es que no sabe que existe Nenuco? Bueno, y si hueles a colonia debes darte con un canto en los dientes, porque este muchacho al menos se ha bañado en colonia, pero hay otros que ni se bañan ni saben que hace muchos años se inventó el desodorante. Y, en esos momentos, te dices a ti misma: de hoy no pasa que me apunte a la autoescuela.
El viaje continúa, y cuando te dabas por vencida, ves la luz. En la Macarena se han bajado más de 15 personas y has conseguido sentarte. Y todo cambia. Descubres que tu amigo Chema va también en el autobús, pero no lo has visto hasta ahora, porque entre el calvo de 1.60, la mochila y Fétido era imposible. Y como aún faltan unos 15 minutos hasta que oigas Próxima parada: Américo Vespucio- Facultad de Comunicación, no dejas de repetirte: de hoy no pasa que me apunte a la autoescuela.
Silvia Berraquero